Anoche en la sala Cronopios,del C.C. Recoleta, quedó inaugurada la muestra a “Enrique Aguirrezabala. Obras 1961-1991”, con curaduría de Clelia Taricco. La exposición cuenta con más de cien trabajos, entre acuarelas, collages, dibujos y objetos. La obra de Aguirrezabala se despliega silenciosamente a partir de los más variados materiales, desde sus abigarradas tintas sobre papel de la década del ´60 hasta sus frágiles objetos realizados en papel maché de los últimos años.
Poseedor de una personal poética, su trabajo incluye expresivos dibujos; delicados, y al mismo tiempo, ingeniosos, collages cargados de una tierna ironía; sutiles acuarelas en las que priman los juegos de color y composición y objetos que permanentemente desafían la ley de gravedad.
Gestada de manera casi autobiográfica partiendo de elementos simples - papel, tela, cartón - capaces de brindar con “lo menos”, un máximo de comunicatividad. Su poética es abierta y en ella confluyen distintos estados de ánimo y distintas resonancias de las cosas captadas a través de una mirada interior. Si en los collages predomina la ironía y el valor de lo lúdico, en las acuarelas, el sutil movimiento del agua subraya connotaciones de melancolía y de espera. Esta exposición es una iniciativa del Club “Nada”, integrado por Alvaro Castagnino, Américo Castilla, Juan Lecuona y Luis Wells, entre otros, que busca promover la obra de artistas argentinos que por diversas razones aún no han sido reconocidos en la justa medida de sus valores.
Aguirrezabala muere, en 1991, mientras exponía sus esculturas en la muestra "Artistas de los 80´" organizada por Alina Tortosa y Silvia de Ambrosini en el Museo de Arte Moderno de Buenos Aires (MAMBA). Con sus obras, recorrió Sudamérica exponiendo en Perú, Uruguay, Colombia y Chile.
Fue un artista de cambios permanentes. En los comienzos sus personajes tenían cierto aire expresionista que fue cambiando hacia una imagen onírica muy personal. Luego tuvo una etapa obsesiva, de tramado geometrizante de la que se liberó realizando una serie enorme de collages en los que está muy presente su admiración por el Dada. A partir de las acuarelas desemboca en su última producción de esculturas-objeto realizados en cartón (que reciclaba juntando por todos lados) terminándolas de una manera absolutamente personal, tanto en la técnica como en la forma. Es en esta última etapa donde Enrique suelta su creatividad en forma más plena, inventa sus objetos mientras los construye y vuelca en ellos todo el color que tenían sus poéticas acuarelas.
Su exquisita ironía, su sentido del humor y su lenguaje metafórico de la banalidad y la sordidez lo unió a algunos poetas como, entre otros, Juan Gelman y Arturo Carrera, que prologaron con poesías sus catálogos. Cierra el 25 de noviembre. Junín 1930 ■
Fue un artista de cambios permanentes. En los comienzos sus personajes tenían cierto aire expresionista que fue cambiando hacia una imagen onírica muy personal. Luego tuvo una etapa obsesiva, de tramado geometrizante de la que se liberó realizando una serie enorme de collages en los que está muy presente su admiración por el Dada. A partir de las acuarelas desemboca en su última producción de esculturas-objeto realizados en cartón (que reciclaba juntando por todos lados) terminándolas de una manera absolutamente personal, tanto en la técnica como en la forma. Es en esta última etapa donde Enrique suelta su creatividad en forma más plena, inventa sus objetos mientras los construye y vuelca en ellos todo el color que tenían sus poéticas acuarelas.
Su exquisita ironía, su sentido del humor y su lenguaje metafórico de la banalidad y la sordidez lo unió a algunos poetas como, entre otros, Juan Gelman y Arturo Carrera, que prologaron con poesías sus catálogos. Cierra el 25 de noviembre. Junín 1930 ■
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