En Isidro Miranda Casa Central, Estados Unidos 726, se inaugurará el 18 de octubre. a las 19, la muestra Final Feliz, de Raquel Podestá.
Al principio fueron piezas pequeñas, ambiguas y sutiles como las droginhas de papel de arroz de Mira Schendel, o amenazantes como las trouxas sangradas que Artur Barrio dejaba en los rincones de Rio de Janeiro. Obviamente Raquel Podestá trabaja hoy en Buenos Aires, y estamos lejos del Brasil bajo la cruenta dictadura de los 60. Pero ciertas familiaridades importan, porque los procedimientos textiles en el arte de América Latina cobran sentido allí donde la laboriosa artesanía femenina comienza a hablar de la violencia que atraviesa los espacios de la casa y la calle. Donde lo personal se hace político. Los motivos de Podestá surgen de lugares sencillos: el amor por una tela, un color, una textura, recuerdos y herencias de familia, objetos de uso cotidiano, cuentos infantiles. Pero en el proceso, y a veces casi sin querer, todas estas cosas acaban tocando el costado amargo o siniestro de la vida doméstica. Y allí es donde la biografía íntima de la artista puede cobrar significado para los demás.
Algunas obras tienen un acento referencial más marcado, como el ajuar de novia, que reúne utensilios de cocina con instrumentos dudosos que bien podrían funcionar como pequeñas horcas o dispositivos de tortura. En blanco riguroso, Podestá enuncia una promesa matrimonial bastante ambigua. El ajuar ha sobrevivido, casi milagrosamente. El resto de los objetos entró entonces en una fase de metamorfosis vertiginosa. Escondida en su altillo, nuestra artista comenzó a deshacer y rehacer, despiezar y reconfigurar las obras sin descanso. Y a acumular, acumular, todo lo rojo por aquí, todo lo negro por allá, y surgieron así dos piezas colgantes gigantescas. Podemos esforzarnos en detener la mirada en los perfiles sinuosos, las ricas texturas, los matices de color, pero no escapar al efecto sofocante de su peso excesivo. Podestá logró convertir la fuerza de gravedad en un estado anímico, palpable como el encierro. ¿Cómo escapar? Otra pieza colgante, alegre como un cuento, plantea la salida. Un atado de animales hermosos, coloridos. Un bagaje para salir de caza (o de casa). La libertad del cazador nómade. Las criaturas vivientes que pueden ser nuestro alimento y nuestra compañía. A diferencia de los contratos humanos, la relación con las mascotas plantea un intercambio simple y claro.
Los almohadones y las ramas que ocupaban mochilas y pesaban en la espalda soltaron sus ataduras para encarar movimientos ascendentes. La enredadera verde trepa por el muro ansiando tocar el cielo como las habichuelas mágicas de Juanito. Los veinte colchones de raso colorido se superponen para acoger el sueño de una princesa.■
Friday, October 12, 2007
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