La imagen que nos devuelve un espejo cambia constantemente y su tecnología no permite que nos veamos "en tiempo real". Existe una pequeña fracción de tiempo que tarda la luz en rebotar en esta superficie que pone en evidencia la imposibilidad de atrapar el presente. Un reloj de arena nos muestra la misma fluidez de la realidad. Lentamente todo se transforma hasta que un día, cuando se termina el tiempo, nuestra alma pierde su presencia física y sigue flotando difusa más allá del reloj.En la exposición, el espectador podrá caminar hacia un foco de luz situado en el fondo de la sala y allí una cámara de video lo tomará en un plano medio. Esta imagen será proyectada “en tiempo real” sobre un reloj de arena aromatizada con naftalina. El tiempo pasará, la arena correrá y la imagen proyectada se desvanecerá y se perderá como rayos de luz que atraviesan el vidrio del reloj de arena ■
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