Un placer fugaz, de Truman Capote
(752 págs. $25)
Incisivo, mordaz, seductor, impertinente, cínico y romántico, Truman Capote (1924-1984), es considerado el enfant terrible de las letras norteamericanas. Exquisita pluma, maravillosa construcción de las palabras sobre el papel no es solo uno de los grandes narradores del siglo XX, sino también un icono cultural, una leyenda que se agranda con el paso del tiempo. Las cartas compiladas en este volumen, editado por su biógrafo Gerald Clarke, conforman una suerte de autobiografía que parte de los años de tímido adolescente y genio precoz en Nueva York, pasa por el despertar a la fama con su primera novela, el voluntario y largo exilio europeo, la infernal redacción de A sangre fría -llevada al cine en 1967 por Richard Brooks-, y termina en la decadencia, física e intelectual, de los años ochenta, víctima de la depresión, el alcohol y las drogas. Por estas páginas desfilan, magistralmente evocados por la lengua viperina de Capote, todos los escritores de su generación, pero también actores, actrices, pintores, fotógrafos, políticos: todo el siglo XX, con sus luces y sus sombras, reverbera a través de esta verdadera novela epistolar. Fue galardonado en dos ocasiones con el Premio O'Henry para relatos. Un árbol de la noche y otros cuentos (1949), El arpa de hierba (1951), Se oyen las musas (1956) y Desayuno en Tiffany's (1958), Plegarias atendidas y Música para camaleones.
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