Novedad diciembre 2006
médium (Poética belli) de Julián Axat
(88 págs. $16)
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Siberia Blues, de Néstor Sánchez ( 148 págs.) Recomendado ♣
El “fuego sagrado del ocio” marca la frontera de la barra de Tomasol en el barrio de Villa Urquiza, franja lumpen del ‘40 ajena a la “caravana de sudor” que entra en foco en Siberia blues (1967), desde su apogeo hasta el destierro de la quinta de Saavedra que con la ideología peronista del progreso se convertirá en parque y museo, y barrio obrero ajardinado. Una lente narrativa desapasionada toma secuencias o anda a travelling largo o con pensamiento fotográfico y convoca los diferentes tiempos y espacios que se fragmentan y se corresponden entre sí en una fiesta de los sentidos. La primera persona, ese ‘yo’ niño que miraba desde el alambrado al Obispo, el único chico de la barra, iniciará con él la fe de la amistad quince años más tarde por el fuego de un cigarrillo, hasta su desaparición a los 30 años exactos (“El obispo ha desaparecido” fue uno de los títulos que pensó Néstor Sánchez para esta novela), pero de cuya mano maestra se deslindan estos personajes que caen en la sombra de la ciudad o de la cárcel, o en la muerte. Atravesado cada tanto el texto por el resplandor –del patio, de la yegua blanca–, reverbera una escritura de contrapuntos que logra afinar su instrumento con los procedimientos del jazz, la idea de que en el momento de la muerte los instantes de la vida se combinan como plazca, y la fuerza poética que irradia desde los versos de “Zona” de Apollinaire. Leer Siberia blues de Néstor Sánchez es sentir –en el cuerpo, en el oído– la música de Buenos Aires, su ritmo indudable a tramos en ineludible trato con el lenguaje local, los significativos nombres de ciudades, barrios y calles, la extrema elipsis de la oralidad y sus términos y giros reconocidos en su variación, así como los que surgen del juego, el turf, la falopa, o el robo. Un repertorio certero y del detalle graba a su gente y su mundo fuera de las normas en uso, porque en la escritura de Sánchez se “decide” y “deforma” en radical renovación la novela del ’60 ■
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Octubre en El Chaltén, de Esteban Rubinstein
Colección: Zama Narrativa (116 págs. $ 20)
"El protagonista de estos cuentos es el sur del país. La inexorabilidad del paisaje produce en los personajes de los relatos las fantasías y sensaciones más diversas, como por ejemplo la de que han nacido allí y allí han de morir, la ilusión de ver un cerro como el objetivo único del viaje, hecho en función de abundantes lecturas previas (y la imposibilidad de hacerlo por el mal tiempo), la búsqueda de un reencuentro familiar en tierra de nadie. Es un suelo donde todo parece posible, a pesar de que todo es riesgoso, empezando por los caminos de ripio, el clima, las distancias desérticas entre los pueblos donde no se puede recurrir a nadie en busca de ayuda. Cada empresa es un riesgo y una ilusión. Con lenguaje claro, directo, el autor, buen estructurador de tramas y de climas, da cuenta de berretines, inventos y vivencias de sus personajes, ya que todos, aun los turistas, se sienten un poco pioneros. En su segundo libro de relatos, Esteban Rubinstein vuelve a mostrar la precisión y poder de síntesis que lo caracterizan", escribió en la contratapa Hebe Uhart ■
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