Narrar la violencia. Utilizar el arte como una crónica de denuncia del flagelo que azota a Colombia desde varias décadas atrás. Secuestros masivos, ejecuciones por encargo, sicarios que no llegan a la mayoría de edad, coches bombas, narcotráfico, guerrilla, miedo. Y en las obras que integran la muestra El dolor de Colombia en los ojos de Botero, esa violencia chorrea como la sangre misma de las vícitmas de atentados y asesinatos. Las piezas elaboradas en acuarelas, óleo , lápiz o carbón, por el artista nacido en Medellín, en 1932, deja constancia del luto que cubre a esa nación andina. Víctimas y victimarios. Cuerpos flotando a la deriva en un río, secuestrados que claman por su libertad, autos que estallan en plena calle, buitres planeando sobre cortejos fúnebres, madres que lloran a los hijos muertos. No es fácil imaginar que estas crónicas plásticas de tantas muertes anunciadas es una moneda corriente. Sus compatriotas Fernando Vallejos dejó por escrito en su novela La virgen de los sicarios el horror de los ajusticiamientos de aquellos que buscan oponerse al poder de los narcotraficantes. En Noticia de un secuestro, Gabriel García Márquez narra la odisea de diez personas que son raptadas por un grupo de narcos. Cada uno de ellos, a su estilo y con las herramientas acordes, pintan una dolorosa realidad.
Botero deja de lado ese mundo amable poblado de sus entrañables gordos para denunciar su visión particular del horror. Esta temática no es nueva en su producción. En la década de los 60 realizó un mural titulado Masacre de los inocentes y El secuestro; el conflicto en Irak lo llevó a pintar el cautiverio de iraquíes,en la prisión de Abu Ghraib, que les propinaron los "libertadores" estadounidenses. Alguna vez, Botero declaró: "el arte tiene el poder de vencer el olvido". En esta exposición, conformada por 50 obras, esa afirmación encontrará una sólida afirmación.
En el Museo Nacional de Bellas Artes (Avda. del Libertador 1473). Hasta el 13 de agosto■
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