(Óleo s/ chapadur, 2001)
(Óleo s/ chapadur, 1999)
"Tengo que vivirlo al paisaje. Uno primero saca el espíritu, busca el clima, dibuja y luego trabaja”, declaró en 1993 el pintor tucumano Luis Lobo de la Vega (1909-2004), cuando su fama había trascendido las fronteras de su suelo natal. Este notable artista que del paisaje hizo una heramienta estética. Pese a su formación autodidacta, en 1936 años más tarde arribó a Buenos Aires becado por el gobierno de su provincia para estudiar en la Sociedad Argentina de Artistas Plásticos.
En la muestra inaugurada anoche, en El Puente Galería de Arte (Arenales 834) la obra de Lobo de la Vega descorre un manto al espectador y otorga como resultado la belleza noble del teruño. Pueblan en sus pinturas facetas criollas del habitat de tierra adentro: cielos interminables que descienden sobre extensos campos y apoyan su superficie sobre los cerros, alamedas batidas por los vientos, caminos pedregosos que transitan recuerdos paternos, el casitas blancas envueltas por el frescor de la naturaleza, el pastoreo del ganado cimarrón. Estas escenas habituales de la vida campestre son recogidas por la paleta de Lobo de la Vega para traerlas con una sorprendente exactitud estética que conserva la vigencia del momento en que fueron realizadas. Hasta el 2 de agosto ■
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